jueves, 13 de agosto de 2009


Leer los textos sagrados considerándolos ajenos a uno mismo sería absolutamente vano. Así, numerosos meditantes no hacen ningún progreso, incluso si se consagran durante horas a la lectura de las Sagradas Escrituras. El sello de los libros sagrados sólo se rompe cuando el meditante abandona lo manifestado y pasa desde lo grosero a lo sutil, desde el discurso al silencio. Este estado de tranquilidad no concierne únicamente al cuerpo, la mente ha de mantenerse en reposo, de ahí la importancia dada a la vigilancia del corazón a fin de rechazar los pensamientos errantes y dispersantes. El corazón se mantiene en la contemplación apacible y se descubren los misterios, el texto sagrado entrega sus secretos ocultos, que arden por ser descubiertos, y toda posibilidad de ensoñación queda eclipsada.

Marie M. Davy

lunes, 3 de agosto de 2009

HORAS CUMBRES


"De repente, Dios se retira, desaparece, deja al alma en soledad y desamparo, sin la tierra que ella sacrificara por Él, y sin Él, que debía hacer las veces de todo lo sacrificado.

Sólo los que han amado y cifrado su vida en un único objeto pueden comprender lo horroroso de esa soledad y desamparo."

Dom A. Guillerand, cartujo.